lunes, 9 de julio de 2012

Beber Rústico


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Beber rústico

27/06/2012
‘Catapán’, en las fiestas de Soria. Foto: M. ibáñez
Miguel Ibáñez recuerda, refranero incluido, al ‘bebedor’ de toda la vida. El profesor analiza el cambio de hábitos en el consumo: del vino como alimento al vino para el disfrute en momentos de ocio.
TextO. Miguel Ibáñez. Facultad de Traducción e Interpretación de la Universidad de Valladolid.

No hace mucho contemplé con sorpresa cómo un bebedor de los de antes –especie en extinción– alzando la botella al aire y regulando hábilmente la salida del vino con sus dedos se bebía media botella de un trago. Esta escena me llevó a la reflexión siguiente.
Hoy podemos decir con nostalgia que ya no se hacen vinos para beber sino para degustar.

En otro tiempo cuando el vino sí era un alimento imperaba lo que nosotros llamamos el beber rústico, el contrapunto del beber hedonista actual. Eran otros tiempos en el que el vino era bebida indispensable en cualquier comida. Se tomaba el vino como un alimento más, sin entretenerse ni perder el tiempo en atender a sus cualidades. Un buen trago de la bota, del jarro, del porrón, de la botella, etc. Son formas de beber en las que resulta difícil poder apreciar el color, el olor o los sabores de un vino.

El vino se consumía incluso durante la horas de trabajo; así lo apunta el refranero: «Al segador, calor, aguardiente y vino puro, y el aire que le dé en el culo»; «Al serrador, vino, y a la sierra, tocino». No queda lejos la estampa del albañil almorzando con su botella de vino en la obra. Hoy es impensable, pues el vino ha quedado desterrado de cualquier actividad. Se bebe en los tiempos de ocio.

Empinando la bota
El beber rústico es el beber de Sancho empinando la bota, en el capítulo de la aventura de los molinos de viento del Quijote: «… se acomodó Sancho lo mejor que pudo sobre su jumento, y, sacando de las alforjas lo que en ellas había puesto, iba caminando y comiendo detrás de su amo muy de su espacio, y de cuando en cuando empinaba la bota con tanto gusto, que le pudiera envidiar el más regalado bodeguero de Málaga».

Un beber muy distinto al beber actual, hedonista y para las ocasiones, de vinos más exquisitos, con comentario erudito incluido sobre los taninos, la maceración carbónica, los antocianos y los sabores aterciopelados con retrogusto y aromas a caja de puros y caza de un gran reserva, con tostados y torrefactos.

¿Qué respondería Sancho si hoy alguien le contara algo de esto? Pues seguramente diría: déjate de tonterías y tomo la bota y échale un trago, y tal vez le recordaría el refrán que dice: «A la cabecera tiene la bota, cada vez que se vuelve moja la boca» o puede que aquel otro: «El agua la vida acorta, el vino la alarga y conforta». No es la bota lo más aconsejable para degustar un gran vino, ya lo dice el refranero: «El buen vino en cristal fino, y el peleón en el jarro o en el porrón».

Con la casi desaparición del beber rústico, que se conserva con toda la fuerza de la tradición en fiestas populares como las de San Juan en Soria, se han perdido y en otros caso marginado situaciones de consumo del vino informales que tal vez habría que recuperar. ¿Por qué no un curso para aprender a beber vino en bota o porrón?.

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